Cuando el 17 de enero de 1912 el capitán Scott y sus hombres llegaron al polo sur, descubrieron que la expedición noruega de Amundsen se les había adelantado. En la historia nunca ha existido la gloria para los segundos pero además, en esta ocasión, el destino se cebaría con la expedición inglesa de manera trágica.
En 1911, la ambición por ser el primero en poner un pie en el polo sur se convirtió en una competición entre una expedición británica, comandada por el capitán Robert Falcon Scott, y otra noruega, con el explorador Roald Amundsen al mando. Ambos grupos se pusieron en marcha en paralelo a finales de octubre y principios de noviembre en un viaje hacia el sur desde la costa antártica de más de 1.000 kilómetros. No bastaba con llegar a la meta, había que hacerlo en primer lugar, ser segundo sería un fracaso. El resultado final no lo conocerían hasta llegar allí y ver si había la bandera de otro país plantada en el anelado lugar.
El capitán Scott alcanzó la meta el 17 de enero de 1912, un sueño que había perseguido media vida. Pero la parte que se le resistió fue la de ser el primero en hacerlo. Se le había adelantado la expedición de Amundsen, que había llegado con más de un mes de antelación, concretamente el 14 de diciembre. Las caras de los cinco expedicionarios británicos reflejan la decepción de haber quedado segundos en esa carrera extrema, pero también muestra la fatiga acumulada por las duras condiciones del trayecto.
En ese momento probablemente no lo imaginaban, pero todavía les esperaba un final trágico: ninguno sobreviviría al viaje de regreso. Su dramática historia la conocemos gracias a los diarios del propio Scott, hallados junto a su cuerpo, muy cerca del depósito de comida que les habría salvado la vida si lo hubieran encontrado a tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario